Pasada una semana de que la fiebre por el orden me abandone, observo mi habitación y veo la nueva escena con que se expresa: la cama destendida, las vestimentas colgadas en la silla o el cabecero, documentos y apuntes sobre el escritorio, la taza con residuos de café de hace días, la guitarra envuelta por las sábanas, calcetines debajo de la cama, el celular sepultado por libros y revistas, boletos y volantes, cigarros sueltos, la chatita de ron semivacía, monedas de todos los valores, CD's y cassettes dispersos...Un desorden que emana naturalemente de mí y se desarrolla inconscientemente causando la mutación de mi hábitat cuyo resultado constituye en realidad mi verdadero orden, bastaría que algún intruso modifique aquel aparente caos para, por ejemplo, ya no hallar facilmente mis llaves.
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