Nadie puede traer al presente un recuerdo con la pureza original del momento en que se vivió, necesariamente ha sido adejtivizado por la porción de experiencia que dista entre el momento de su nacimiento y el presente que la evoca, es la interpretación presente de un recuerdo pasado. Digo interpretación presente pues aún después del hecho pasa un lapso de tiempo por el cual recién calificamos el momento, de ahí que lo que para algunos pudo haber sido disfrutable no necesariamente para otros.
Hablabamos entonces de que el recuerdo pierde efectividad sensorial directamente proporcional al tiempo en que es evocado. Esta imperfección de nuestra memoria pues tiene la virtud de hacernos sonreir ante el recuerdo de nuestro primer beso y no hastiarnos si es que se evocaría el placer en sí (solo utilizamos el adjetivo de placentero); lo mismo para el recuerdo del sufrimiento de una enfermedad en la cual la calificamos de solo doloroso y no nos torturamos con la intensidad del dolor.
También los recuerdos nos ayudan a tener una postura más firme y decidida ante las situaciones que se repitan acordándonos de nuestras cicatrices, ojo acordándose más no viviendo la experiencia anterior pues al solo recordar tenemos la capacidad de ver hasta que punto arriesgarnos en la situación, lo que no pasaría, creo yo, ante revivir el dolor y entonces desistir.
Es entonces admirable la virtud de los recuerdos ya sean bueno o malos, se dice que hay ya fármacos para olvidar los recuerdos, pero seríamos capaces de administrarlos bien?.
Imagen: La peristencia de la memoria por Salvador Dalí
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